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La calidad educativa, un compromiso que va más allá del aula.

Por Xavier Carrasco


Esta semana, un reportaje del periódico Diario Libre encendió el debate nacional al señalar que, mientras los salarios de los maestros han aumentado, la calidad educativa en el país ha disminuido.

La afirmación, aunque provocadora, merece un análisis más profundo que trascienda los titulares y busque comprender las verdaderas causas detrás de esta problemática.

Históricamente, nuestro país ha transitado por tres grandes modelos pedagógicos, el instructivista, centrado en la transmisión de conocimientos; el cognitivista, que valora los procesos mentales del aprendizaje; y el constructivista, que es el vigente y propone que el conocimiento se construye en función del entorno y la experiencia del estudiante. 

Este último, aunque más completo y adaptado a los tiempos modernos, también exige una corresponsabilidad clara entre todos los actores del proceso educativo.

El constructivismo reconoce que el aprendizaje no se limita al aula. Es en este punto donde la familia y la sociedad adquieren un protagonismo insustituible. El estudiante se forma en un ecosistema más amplio que el escolar, y es justamente ese entorno el que hoy se encuentra en crisis. 

Vivimos en una sociedad donde los buenos valores, que solían forjar el carácter desde el hogar, han sido desplazados por la búsqueda desenfrenada del dinero, muchas veces sin importar el medio por el cual se obtiene.

Por ello, es necesario cuestionarnos si realmente estamos evaluando nuestra calidad educativa con los instrumentos correctos. La prueba PISA, por ejemplo, mide contenidos específicos y estandarizados, pero nuestro modelo curricular va más allá, busca desarrollar habilidades, actitudes y competencias que no siempre pueden medirse con una prueba internacional diseñada con otros fines y en otros contextos.

En este sentido, es injusto y simplista atribuir el retroceso en los indicadores educativos exclusivamente a los docentes. El maestro no puede cargar solo con el peso de un sistema educativo que requiere la implicación activa de la familia, la coherencia del mensaje social y el respaldo de un entorno cultural que promueva el pensamiento crítico, los valores éticos y la participación ciudadana.

La calidad educativa no se decreta, se construye día a día con el compromiso de todos. Porque educar no es una tarea exclusiva del maestro, es una responsabilidad compartida entre la escuela, la familia y la sociedad.

La calidad educativa, un compromiso que va más allá del aula.
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