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El Kremlin reorganiza su cúpula militar en Ucrania y pone al frente a un general con experiencia en Siria.


El Kremlin cambia su cadena de mando al cumplirse mes y medio de guerra que el presidente ruso, Vladímir Putin anunció, como una “operación militar especial” para la protección de la región de Donbás. Moscú ha puesto al frente de su campaña al general Alexánder Dvornikov, un militar familiarizado con aquel escenario, pues era jefe del Distrito Militar Sur de Rusia desde 2016, y que además cuenta con una amplia experiencia de la cruenta guerra de Siria, según ha informado la BBC.

Las fuentes de la cadena británica apuntan a que el Kremlin busca con este nombramiento centralizar la coordinación de sus casi 100 batallones tácticos, que hasta ahora han actuado casi de forma independiente y se han encontrado con un rival mejor organizado. “A menos que Rusia cambie sus tácticas, es muy difícil que incluso logre los objetivos limitados que se ha establecido”, dijo una fuente occidental a la BBC.


Dvornikov fue el primer comandante de las Fuerzas Armadas rusas durante la intervención abierta de Moscú en Siria. El Kremlin lo envió en 2015 para proteger al régimen de Bachar el Asad frente a los diferentes bandos opositores formados tras la insurrección de 2011 y el autodenominado Estado Islámico, y aquel país sirvió de campo de pruebas para el Ejército ruso.


El ministro de Defensa, Serguéi Shoigú, presumió en una entrevista concedida en 2021 de que el Kremlin había puesto a punto todas sus nuevas armas en la guerra de Siria, donde han muerto más de 350.000 personas, según las cifras de la ONU. “Allí hemos probado unas 320 [armas]. De hecho, hemos analizado todas las armas, excepto las versiones fáciles de manejar”, afirmó.


Dvornikov, que recibió en aquel campo de batalla el título de Héroe de la Federación de Rusia, podría aplicar en Ucrania lo aprendido en Siria. De hecho, existe el temor a que Moscú utilice el mismo tipo de tácticas ante la falta de avances, lo que incluiría asedios y bombardeos como los sufridos por Alepo.

Además de la reorganización de la cúpula militar rusa en Ucrania, Kiev asegura que varios altos mandos han sido cesados estas semanas. Una de las destituciones más importantes, y confirmada por Moscú, es la del subcomandante de la Guardia Nacional Román Gavrílov, que tenía bajo su mando las fuerzas especiales de esta agrupación.


Un mar de coronas de flores

En mes y medio de guerra, Rusia solo ha ofrecido dos veces una cifra oficial de bajas, pero no hay un día en el que algún diario local anuncie un nuevo drama a sus vecinos. El portavoz de Vladímir Putin, Dmitri Peskov, admitió esta semana en una entrevista que su país ha sufrido “pérdidas significativas” en el frente, e hizo mención a los 1.351 muertos que su Gobierno reconoció el pasado 25 de marzo. Sin embargo, no solo los servicios de inteligencia occidentales y ucranios advierten de que las bajas reales multiplican enormemente las oficiales: el goteo constante de noticias en los medios locales y los homenajes también apuntan a que la tragedia rusa es mucho mayor de lo que reconoce el Kremlin.


Al menos 55 soldados del 247º regimiento de asalto aerotransportado cosaco murieron en combate, según ha recopilado de diversas informaciones y homenajes publicados en internet el diario Baynie Istori, declarado organización indeseable por las autoridades. Otro medio, Radio Liberty, reveló un vídeo del cementerio de la ciudad del que procede la unidad, Mijailovsk, donde un sinfín de tumbas recién cavadas se extendía en el horizonte en un mar de banderas del regimiento y coronas de flores.


A medida que avanza la guerra, cada vez son más los dramas que llegan a las familias. Hace un mes, el 8 de marzo, el gobernador de la región siberiana de Kemerovo, Serguéi Tsiviliov, apenas lograba escuchar de pie, tenso, a una mujer que le preguntaba por qué habían enviado a policías al frente: “Mintieron a todos, los traicionaron. Estaban en unos ejercicios militares y los enviaron como carne de cañón. ¿Por qué mandaron a nuestros chicos allí?”, le echaba en cara.

“Es una operación especial, no se podía contar a nadie”, trataba de responder el político. Entre los fallecidos en Ucrania figuran policías de la OMON, la unidad antidisturbios de la Guardia Nacional empleada para dispersar manifestaciones, pero que igual que otras unidades especializadas en combate firmaron contratos por los que pueden ser enviados al frente.

En las semanas siguientes ha sido constante el goteo de noticias y publicaciones en redes sociales donde los rusos han conocido más tragedias. “Lo dejaré en un año”, le decía un tanquista de 22 años a su prometida antes de la guerra. “Quería comenzar una vida tranquila, hablaba en serio sobre la boda, pero en lugar de la marcha de Mendelssohn, los familiares se reunieron para despedirse de Ruslán con la marcha fúnebre”, recogía una crónica del canal Tsargrad, una historia más de muchas. Según el Gobierno ucranio, 18.900 rusos habrían muerto en la campaña militar, y entre las bajas confirmadas figuran incluso varios generales y comandantes de alto rango.


En los canales públicos, rara vez aparecen las heridas de la guerra en su forma más cruda entre los rusos. El 28 de marzo, la primera televisión del país, Pervy Kanal, mostró una entrega de medallas a un grupo de mutilados en combate, mientras que el parte diario de la guerra que ofrece cada día el portavoz del Ministerio de Defensa, Ígor Koleshnikov, solo menciona los “objetivos” destruidos por sus fuerzas, como sistemas antiaéreos, tanques y lo que Moscú llama “infraestructura” del enemigo. En aquella entrega de condecoraciones estuvo presente el viceministro de Defensa de Rusia Alexánder Fomin. Su departamento ha reorganizado toda la dirección del frente tras alargarse 45 días lo que el Kremlin ha llamado oficialmente “operación militar especial para la defensa de las repúblicas populares de Donetsk y Lugansk”. El 25 de marzo, un mes después de comenzar la ofensiva, el alto mando ruso afirmó que se centraría en tomar la región oriental de Donbás tras un infructuoso avance por otros frentes al norte en torno a Kiev, y Járkov, así como un largo asedio contra la sureña ciudad de Mariupol, clave para unir el territorio controlado en Donbás con Crimea por la costa del mar Negro.


La ofensiva, ordenada por Putin en febrero, tiene justo un mes por delante antes de llegar al simbólico 9 de mayo, el Día de la Victoria. Tanto Ucrania como Rusia celebran cada año la fecha en la que la Unión Soviética logró la capitulación alemana, aunque Kiev cambió en 2015 su nombre por Día de la victoria sobre el nazismo en la Segunda Guerra Mundial para distanciarse de Moscú y su Gran Guerra Patria.

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